14 de enero de 2008

GRITAR, de Ricardo Menéndez Salmón

“Somos procreados, pero no educados, con todo su embrutecimiento, nuestros procreadores, después de habernos procreado, actúan contra nosotros, con toda la torpeza destructora del ser humano, y lo arruinan todo, ya en los tres primeros años de su vida, en ese nuevo ser, del que no saben nada, sólo, si es que lo saben, que lo han hecho aturdida e irresponsablemente, y no saben que, con ello, han cometido el mayor de los crímenes.”
Fragmento de El origen, de Thomas Bernhard.

Se ha escrito ya mucho en la blogosfera sobre Gritar, el último libro de relatos de Ricardo Menéndez Salmón, así que yo, sin desmerecer el resto de los relatos (excelentes y vitales, por ejemplo, La vida en llamas y A nuestros amores) voy a centrarme exclusivamente en el cuento que da título a la colección.

Para mí Gritar, el relato, es una lectura imprescindible en tanto paradigma del cuento contemporáneo, porque cada palabra, cada oración, está impregnada por el deseo humano y ancestral de volver a ser libres, de liberarnos de la rémora educativa y social que nos tiene encadenados a la vetusta pared de NO SER o de SER OTROS (reflejos falaces del YO).

En un sentido lacaniano, y dicho de una manera un tanto burda y esquemática, el ARTE es la persecución, la búsqueda de a, entiéndase a como la parte animal, original, a la que nuestros padres, como hicieron con ellos los suyos (y así sucesivamente hasta remontarnos al principio de estos tiempos sombríos) nos obligaron a renunciar desde nuestra llegada al mundo.

Esa mutilación, que comienza a producirse desde el momento en que nos imponen el lenguaje (ese inocente, pero letal di papá) y somos instruidos en las convenciones y los códigos de conducta necesarios para vivir en sociedad, para ser individuos productivos; esa parte que se queda fuera de nosotros a tan temprana edad es una pérdida irreparable, un miembro extirpado que presumiblemente nunca volverá a encontrarse con su muñón.

Pero ocurre que a veces, muy pocas, el miembro y su muñón se reencuentran, por un momento ensamblan, y, como consecuencia, el resultado no puede ser otro que el goce, la plenitud, la compleción. Eso es exactamente, creo yo, lo que sucede en Gritar, que Balboa, el protagonista, se reencuentra con aquel bebé que un buen día, porque sí, porque esa era SU NATURALEZA, comenzó a gritar para reconocer su propia voz; que el hombre, en definitiva, en un arranque de desmesura le da un mordisco a la vida. Eso es GRITAR. Y eso es infrecuente en la literatura. Y ahí reside el valor, la resonancia simbólica de este cuento escrito, pero sobre todo concebido, en estado de gracia.



6 comentarios:

Miguel Ángel Muñoz dijo...

Un abrazo, Juan Carlos, y el reconocimiento de que has logrado transmitir no sólo la importancia de ese relato, sino la necesidad de leerlo, de acercarse a esa experiencia narrada, común a todos, como bien explicas.

Juan Carlos Márquez dijo...

Hombre, Miguel Ángel, a ver si un día de estos te coge en Madrid y nos tomamos un algo y nos atertuliamos un poco Sergi, tú, yo y los que se apunten.

Sergi Bellver dijo...

Eso, eso, a ver si un día, que ya hay ganas. Igual se monta una reunión de bloggers en breve, pero como bien sabe Juan Carlos, hay ciertos encuentros que se merecen poca concurrencia y mucha atención.

Sobre la reseña, bueno, tiene trampa, porque te has centrado en un cuento soberbio de un libro de relatos con altibajos. ¿Te imaginas doce cuentos como "Gritar"? A estas horas ya habríamos abandonado todo para seguir al nuevo gurú Salmón.

Coñas aparte, me parece un estupendo análisis -no exento de la emoción de la lectura, lo que prefiero- del relato en cuestión.

Un abrazo y ojalá el viernes te puedas escabullir un ratito.

Miguel Ángel Muñoz dijo...

Ya me gustaría, ya, Juan Carlos,...y ya me gustará, ya, cuando podamos al fin hacerla.
Abrazos.

Arilena dijo...

Una vez terminado el libro completo (bueno, que cuando terminé de leer ese cuento ya lo sabía) puedo decir que es, con mucho, el mejor de los relatos del libro. Hay alguno más también interesante La vida en llamas o A nuestros amores por citar alguno.

Pero como dices GRITAR es el deseo puro, ese vacío de a que sólo se llena, pues eso... gritando.

Pepe Cervera dijo...

Se nota, Juan Carlos, la pasión que has puesto en la lectura. Buen comentario, aunque yo prefiera otros relatos del libro a éste. Coincido con Bellver en lo de los altibajos, pero no hay que negar que es un buen conjunto.
un abrazo.