23 de marzo de 2009

DE LOS BUENOS PRINCIPIOS (post interactivo)

El inicio de un texto tiene una importancia esencial, pues es la puerta de entrada a un mundo nuevo. La historia de la literatura está llena de buenos principios, y esta entrada sólo pretende homenajearlos de algún modo. Yo me limitaré a copiar algunos a continuación, pero me gustaría conocer los vuestros para enriquecer este post. A ver si entre todos conseguimos un catálogo atractivo de buenos principios. Por acotar un poco el terreno, aunque sea mínimamente, os pido que nos centremos en el cuento y la novela.

P.E.: Por favor, copiadme vuestros comienzos favoritos, el autor y la obra a la cual pertenecen en vuestros comentarios.


Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la sabiduría y de la tontería; la época de la fe y la época de la incredulidad; la estación de la Luz y la de las Tinieblas; era la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación; todo se nos ofrecía como nuestro y no teníamos absolutamente nada; íbamos todos derechos al Cielo, todos nos precipitábamos en el Infierno.

Historia de dos ciudades, de Charles Dickens.

Ssssssst... yo conozco a esa mujer. Vivía rodeada de pájaros en la avenida Lenox. También conozco a su marido.

Jazz, de Toni Morrison

Sólo los jóvenes conocen momentos semejantes. No quiero decir los muy jóvenes, no; pues éstos a decir verdad, no tienen momentos. Vivir más allá de sus días, en esta magnífica continuidad de esperanza que ignora toda pausa y toda introspección, es privilegio de la primera juventud.

La línea de sombra, de Joseph Conrad.

Néstor tenía dieciséis años y aún llevaba la armónica sujeta al cinturón como si fuera una pistola.

Un día volveré, de Juan Marsé.

Llamadme Ismael.

Moby Dick, de Herman Melville.

Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso.

El guardián entre el centeno, de Jerome David Salinger.

Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong.

Memorias de África, de Isak Dinesen.

La primera carta, la primera fotografía, le llegó al diario entre la medianoche y el cierre.

El infierno tan temido, de Juan Carlos Onetti.

Esta es la historia más triste que jamás he oído.

El buen soldado, de Ford Madox Ford.

Allí estaba otra vez el ruido.

La tercera resignación, de Gabriel García Márquez.


Lolita, light of my life, fire of my loins. My sin, my soul. Lo-lee-ta: the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta. She was Lo, plain Lo, in the morning, standing four feet ten in one sock. She was Lola in slacks. She was Dolly at school. She was Dolores on the dotted line. But in my arms she was always Lolita.

(Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita).

Lolita, de Vladimir Nabokov.

¿Encontraría a la Maga?
Rayuela, de Julio Cortázar.

¡Hablemos del mal!
El invitado del dia de acción de gracias, de Truman Capote

He sido cordialmente invitado a formar parte del realismo visceral. Por supuesto, he aceptado. No hubo ceremonia de iniciación. Mejor así.
Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño.

Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: «Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias.» Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.
El extranjero, de Albert Camus.

Quiero que me cojan todo el día y toda la noche. Lo dijo, eso fue lo que dijo. De regreso del baño, mirándonos a Anselmo y a mí acostados aquí en la cama y que la mirábamos también. Huelo a ella; todo huele a ella. Desnuda en el marco de la puerta. Alzó los brazos y era como si quisiera borrarse por completo. Pero su cuerpo no la dejaba. No sé qué puedo recordar. Corrió en seguida a la cama, como si no soportara estar lejos. ¿De qué no soportaba estar lejos? Cuando caímos en la cama por primera vez me tenía agarrado del sexo. Su mano en mi sexo. Ya le había visto las manos, desde que llegó. Era fascinante cómo las movía. Allí estaba la necesidad de darse. Pero, ¿por qué? Ella sólo nos oía. Con la pierna cruzada se le veían los muslos. No se pueden cruzar así las piernas. Ya sabía lo que iba a pasar. Pero ni siquiera me conocía. Por eso; era mejor. No saber lo que iban a hacer con ella. En la cama, Anselmo empezó a besarle los pechos. Pero cuando yo me le subí y entré dijo: 'No, míralo, me está cogiendo. No lo dejes".
Juan García Ponce, Crónica de la intervención, 2 vol. (México: Fondo de Cultura Económica, 2001) [España: Bruguera, 1982] .

Ça a débuté comme ça. Moi, j’avais jamais rien dit. Rien. C’est Arthur Ganate qui m’a fait parler.
La cosa empezó así. Yo nunca había dicho nada. Nada. Fue Arthur Gánate quien me hizo hablar.

Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinand Céline.

Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregor Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto".
La metamorfosis, de Franz Kafk.

La cuna se balancea sobre un abismo, y el sentido común nos dice que nuestra existencia no es más que una breve rendija de luz entre dos eternidades de tinieblas.
Vladimir Nabokov, HABLA MEMORIA.

Supongo en el lector cierta cultura filosófica y pedagógica general, y que, por consiguiente, sabe que las principales fuentes del conocimiento son: la observación, la experimentación y el razonamiento inductivo y deductivo.

Santiago Ramón y Cajal, LOS TÓNICOS DE LA VOLUNTAD.

Ésta es la historia de un esfuerzo y una desbandada, pero hay algo que no consigo entender. Es como ver un avión parado en el cielo. O como aquel Palacio de los deportes cuya cubierta de hierro se desplomó.

Belén Gopegui, TOCARNOS LA CARA.

El Pájaro Pinto, que era el pájaro frívolo que tenía la humanidad para sus niños y para sus biombos teatrales, se transmutó en pájaro grave después de la guerra.

Antonio Espina, PÁJARO PINTO.

Pues sí: soy huésped de un sanatorio. Mi enfermero me observa, casi no me quita la vista de encima, porque en la puerta hay una mirilla; y el ojo de mi enfermero es de ese color castaño que no puede penetrar en mí, de ojos azules.”¿Quién puede resistirse a querer saber más?

El tambor de hojalata, de Günter Grass.

Dédée me ha llamado por la tarde diciéndome que Johnny no estaba muy bien, y he ido en seguida al hotel. Desde hace unos días Johnny y Dédée viven en un hotel de la rue Lagrange, en una pieza del cuarto piso. Me ha bastado ver la puerta de la pieza para darme cuenta de que Johnny está en la peor de las miserias; la ventana da a un patio casi negro, y a la una de la tarde hay que tener la luz encendida si se quiere leer el diario o verse la cara. No hace frío, pero he encontrado a Johnny envuelto en una frazada, encajado en un roñoso sillón que larga por todos lados pedazos de estopa amarillenta. Dédée está envejecida, y el vestido rojo le queda muy mal; es un vestido para el trabajo, para las luces de la escena; en esa pieza del hotel se convierte en una especie de coágulo repugnante.

El perseguidor, de Julio Cortázar.

No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados.

Corazón tan blanco, de Javier Marías.

Buscaba un lugar tranquilo para morir. Alguien me recomendó Brooklyn.

Brooklyn follies, de Paul Auster.

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...

El Quijote, de Miguel de Cervantes.

Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: «La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado».

Marguerite Duras, El amante.

“I am living in the Villa Borghese. There is not a crumb of dirt anywhere, nor a chair misplaced. We are all alone here and we are dead” (Vivo en Villa Borghese. No hay ni pizca de suciedad en ningún sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y estamos muertos).

Tropic of Cancer, de Henry Miller.

"Imaginemos a una mujer que al volver a casa sorprende a su marido inspeccionando con un palito su propia mierda".

Ventajas de viajar en tren. Antonio Orejudo Utrilla.

"Antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia. Nada supe de los deliquios embriagadores, ni de la confidencia sentimental, ni de la zozobra de las miradas cobardes.

La vorágine, José Eustasio Rivera

Este libro puede herir mi sensibilidad.

Màrius Serra, QUIETO.

Es cierto, el viajero que saliendo de Región pretende llegar a su sierra siguiendo el antiguo camino real -porque el moderno dejó de serlo- se ve obligado a atravesar un pequeño y elevado desierto que parece interminable.

Juan Benet, Volverás a Región

En mi primera infancia mi padre me dio un consejo que, desde entonces, no ha cesado de darme vueltas en la cabeza. Cada vez que te sientas inclinado a criticar a alguien -me dijo- ten presente que no todo el mundo ha tenido tus ventajas... No añadió más, pero ambos no hemos sido nunca muy comunicativos dentro de nuestra habitual reserva, por lo cual comprendí que, con sus palabras, quería decir mucho más.

El gran Gatsby, Francis Scott Fitzgerald

La vida breve empezó en Buenos Aires. Yo vivía en un departamento pegado a la habitación de esa mujer, llamada la Queca. En un piso había una de esas camas empotradas que se bajan de noche, y ella igual. Pero lo grave es que las dos camas coincidían y cuando estaban las dos bajadas se oía todo. Y, bueno, la Queca era un monstruo, muy liberada, digamos. Ya tenía un hijo de cinco o seis años; algunas veces iba a visitarme, me lo tenía que llevar fuera por las cosas que gritaba esa mujer. Después nos hicimos más o menos conocidos".

LA VIDA BREVE, Juan Carlos Onetti

Era uno de esos domingos de mitad de verano en que todo el mundo repite: “Anoche bebí demasiado.”

JOHN CHEEVER, El nadador

Sucedió en aquel verano verde y revuelto en que Frankie cumplió los doce años. Aquel verano hacía mucho tiempo que Frankie no era miembro de nada: no pertenecía a ningún club ni pertenecía a nada en el mundo.

Frankie y la boda, de Carson McCullers.

Yo tenía veinte años. No permitiré que nadie diga que es la edad más bella de la vida.

Aden Arabia, de Paul Nizan.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado la ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma.

Los ojos verdes, Gustavo Adolfo Becquer

"Llevaba sin cortarme el pelo 40 días con sus 40 noches, y mi aspecto empezaba a ser el de varios violinistas en paro"

'70.000 asirios', de El joven audaz sobre el trapecio volante, William Saroyan

"Es una verdad universalmente aceptada que un hombre soltero en posesión de una buena fortuna necesita una esposa"

Orgullo y Prejuicio, Jane Austen

"0.01 (hora local) Aterrizaje efectuado sin dificultad. Propulsión convencional (ampliada). Velocidad de aterrizaje: 6.30 de la escala convencional (restringida). Velocidad en el momento del amarraje: 4 de la escala Bajo-U1 o 9 de la escala Molina-Clavo. Cubicaje: AZ-0.3. Lugar de aterrizaje: 63Ω (IIβ) 28476.Denominación local del lugar de aterrizaje: Sardanyola."

Sin noticias de Gurb, Eduardo Mendoza

"Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados"

Farenheit 451, Ray Bradbury

"Era un día luminoso y frío de abril y los relojes daban las trece"

1984, George Orwell

El día que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.

Crónica de una muerte anunciada, Gabriel G.Márquez

4 de marzo de 2009

GALERÍA DE IDIOTAS E IMPERFECTOS

La fe ciega, de Gustavo Nielsen


Editorial: Editorial Páginas de Espuma
Colección Voces, volumen 109
ISBN: 978-84-8393-023-6

PVP: 13,46 euros / 14,00 con IVA


La fe ciega, última colección de relatos del argentino Gustavo Nielsen, se lee con el placer de quien acude a tomar un café (o un mate) con un viejo amigo del que hace tiempo que no tiene noticias, un tipo interesante, vehemente, con ideas propias sobre el mundo y los ridículos seres que lo poblamos, un tipo en el polo opuesto a la corrección política literaria (si es que la corrección política puede ser literaria), un poco huraño, seco, directo, pero inteligente y reflexivo, quien incluso en la mayor de las desolaciones deja un resquicio a la esperanza.

Somos idiotas e imperfectos, viene a decirnos Nielsen, pero no todo está perdido, aún podríamos serlo más. Todavía, en el fondo de un pozo, nos queda un atisbo de dignidad. La dignidad del padre que instruye a su hijo en sus convicciones, con un amor verdadero, ese padre que, para que su hijo no se disperse en sueños inútiles, reduce el universo a categorías: café, alfanjores, tablas de multiplicar y lecciones de inglés en casete. Es este relato, El café de los micros (qué hijoputas son los prejuicios: cuando leí el título pensé en un grupo de vejestorios que se reúne en una cafetería para escribir microrrelatos latosos), una road movie de iniciación, de aprendizaje para el hijo pero también para el padre, pues ambos tendrán que pagar, el uno por aprender y el otro por enseñar, un peaje doloroso. El café de los micros constituye una metáfora sobre la épica de aguantar sin humillar la cabeza toda la mierda que la vida nos va echando encima, sobre la épica de tomar lo bueno (el café y los alfanjores) y soportar lo malo con estoicismo (las tablas, el inglés y los pelotudos). Es, en definitiva, un relato vitalista en su pesimismo existencial, con unos diálogos ágiles, electrizantes en su monotonía de carretera, con regusto a verdaderos.

A El café de los micros le acompañan seis relatos, escritos todos con oficio y técnica considerables, que agradarán sin duda a los amantes del género, unos cuentos más que otros, como es normal. Particularmente, me reconforta la mala baba que Nielsen se gasta en dos cuentos con ambiente poético de fondo: La vida cantada y Aniquilación de un poema. En el primero, mediante unos diálogos de excelsa naturalidad, Nielsen nos presenta tres prototipos de poeta (a lo mejor son todos los que existen) : el mariquita juez y parte, la novata aparvada y la vieja gloria que vive anclada en un paisaje irreal, impostado, hinchado, que está a punto de explotar (si no lo ha hecho ya) en la nada más absoluta: el vacío poético. En Aniquilación de un poema, donde el escritor presta su nombre de pila a un poeta nefasto y solicita, con sentido del humor, que hagan arder uno de sus libros (de los de Nielsen), el mensaje parece meridiano, al menos yo, como cuentista, creo haber captado el mensaje poco subliminal: poco importa si los cuentos que escribes son cojonudos, al final, las tías buenas y cachondas, las que follan y la chupan en los horarios y lugares que nos gustan a los hombres, siempre acabarán prefiriendo a los poetas malos. Es decir, los cuentistas estamos jodidos, pero no literalmente.

Redención, un relato que aborda la decadencia, el abandono, la morbidez en un paraíso tan idílico como artificial, es también un texto notable. De él me quedo sobre todo con ese final a lo Blade Runner, con palomas y todo, pero al revés. A Adiós Bob y Turf no se les puede reprochar nada, así que si no me han interesado tanto como los otros ello habrá de deberse a una mera cuestión de gusto personal.

El relato restante es La fe ciega, una redundancia como asume el autor con sabiduría, para mí el mejor relato del libro junto con El café de los micros. La única salvedad, por ponerme tiquismiquis, que le veo es que precisa de un grado elevado de pacto entre el escritor y el lector, pues la vertiente onírica del cuento hace necesario un manejo muy intencionado y progresivo, muy técnico, de la ficción de los sueños, lo que transparenta un poco las costuras del texto. Aun así, tal es el grado de desamparo y de descrédito de los personajes, que me parece un relato excelente, llevado al límite.

Poco más puedo añadir. Sólo que lean a Nielsen, que se acerquen a la barra y se tomen un café (o un mate) con él, como hace uno con esos viejos amigos a los que hace mucho que no ve.

3 de marzo de 2009

EL I PREMIO DE NARRATIVA BREVE RIBERA DE DUERO SE ACERCA A SU DESENLACE

En el último boletín informativo de la editorial Páginas de Espuma, el de marzo, aparecen los detalles de la gala del fallo del I Premio Narrativa Breve Ribera de Duero. El acto se celebrará el próximo 26 de marzo (con mi Athletic ya clasificado para la final de Copa, espero) en el Salón de Baile del Círculo de Bellas Artes. Más detalles debajo.






FALLO DEL I PREMIO INTERNACIONAL NARRATIVA BREVE RIBERA DEL DUERO

El próximo jueves 26 de marzo se hará público el fallo del I Premio Internacional Narrativa Breve Ribera del Duero que organizan el Consorcio de D.O. Ribera del Duero y Páginas de Espuma. Después de la gran acogida del Premio (una recepción en su primera convocatoria de más de quinientos manuscritos -más del 30% recibidos de fuera de España-), uno de los seis finalistas (Luciano G. Egido, Eduardo Halfon, Fernando Iwasaki, Juan Carlos Márquez, Pedro Ángel Palou y Javier Sáz de Ibarra) se hará con el galardón de un premio que está llamado a convertirse en referente del panorama de las letras españolas y latinoamericanas.

El acto tendrá lugar en el Salón de Baile del Círculo de Bellas Artes de Madrid a las 20.30 (imprescindible presentación de invitación para asistir).