4 de marzo de 2008

LAVABO DE SEÑORAS

Ya le he dicho que no he tenido nada que ver. Yo sólo le di la llave del cuarto de baño, como tengo por costumbre hacer decenas de veces cada día con otros clientes. De pronto sienten la necesidad inaplazable de orinar o un apretón y no pueden esperarse a llegar a sus casas. Eso es lo más normal. Hemos tirado la puerta abajo y su mujer no está dentro, así que no me venga con exigencias. Yo no la he visto salir, vale, pero tampoco tengo por qué verla. No es mi mujer. Por el ventanuco no ha podido salir. Ahí le doy la razón. No quisiera alentarle falsas esperanzas, pero venga, acérquese: Hace tiempo una novicia desapareció en este mismo lavabo y a los dos meses reapareció en la cabina de un sex shop de Amsterdam como si nada. Esas cosas ocurren, créame, pero nadie quiere darles crédito. No interesan. La vida está llena de momentos inexplicables: uno se suena en un pañuelo plisado de papel y cuando lo desdobla, como suelen los magos, aparecen dibujados unos pulmones. Sí, señor. Así respira el mundo, a base de extrañezas.

4 comentarios:

Arilena dijo...

Esos lugares extraños que son siempre los lavabos.

Me quedo con la última frase. Genial.

UNA dijo...

No seré yo quien le niegue el valor supremo a los detalles, a las cosas inexplicables gracias a las cuales, seguimos preguntándonos.

Administrador dijo...

La extrañeza es un imprescindible, eso de la novia del Barrio Rojo suena bien de por sí, eres un artista buscando las palabras que se quieren y dan lugar a imágenes como esa o la de los pulmones estampados en el pañuelo. De nuevo me quitaría el sombrero, si es que lo llevara puesto. Un abrazo, jefe.

Administrador dijo...

novicia, quería decir, que si no la cosa pierde mucho.