Un viejo colega bloguero y escritor, Iván Humanes, acaba de lanzarse en compañía de Claudia Apablaza a la aventura de editar un revista literaria independiente, lejos de las servidumbres del mercado editorial: Dado Roto, disponible en Internet y en maravilloso papel con tapas blandas. Les deseo a ambos toda la suerte del Cosmos en el empeño, por talento y trabajo no va a quedar. A continuación os copio debajo la carta fundacional de la revista y las motivaciones que han llevado a sus impulsores a tamaño atrevimiento. Os dejo pues con ellos.
Después de algunos meses jugando a tirar los dados en más de uno y tres bares, apostando la vida en ocasiones, en otras tan sólo intentando matar el tiempo, entre lecturas y copas, fueron apareciendo nombres y textos. Algunos autores, incluso, se añadían desde la barra y se sumaban al juego. Es evidente que no pedían a voces la publicación, pero tanto nosotros como ellos éramos conocedores de su destino. Que era, a la vez, nuestro destino también: jugar a literatura, saber qué material arenoso se condensa dentro del dado, revolver las tripas.
Estuvimos sentados en el mismo sitio, meses, sin mirarnos. Años. Lanzar y lanzar. Jugadas ciegas. Romper en silencio. Apostar por éste o aquella. Decir. No mirar. La primera tirada es la tirada de la salida, dijimos. Lo hacíamos sin manuales ni instrucciones de uso. Todos queríamos conseguir el cero (que casi es lo mismo que decir que todo escritor honesto debería tender a conseguir el cero). Hicimos apuestas y sacrificamos. Fue lo más duro, pero sacrificamos. Es un juego, decíamos. Se juega a varias manos, invisibles. Hay jerarquía de posiciones. A pesar de que parece evidente, en nuestras reglas un tres no es igual a un seis ni tampoco igual a un uno. Porque para nosotros a veces un uno es mejor que un seis, y qué decir del cuatro, o del dos, sin ningún añadido, que más de una vez ha sido nuestro número ganador. Pasamos en ocasiones. En otras, apostamos todo por una línea. En la última partida apostamos todo (que ya era poco) por un adjetivo. ¿O fue un pronombre? Eso fue una mañana, cuando ya no había más que apostar. Todos dormían. No concebíamos el motivo que fundamentaba ésos dados poliédricos. Abrimos los ojos, olvidamos las reglas, los bares, las apuestas desenfrenadas, las jerarquías, rompimos los dados y comenzamos.
Después de algunos meses jugando a tirar los dados en más de uno y tres bares, apostando la vida en ocasiones, en otras tan sólo intentando matar el tiempo, entre lecturas y copas, fueron apareciendo nombres y textos. Algunos autores, incluso, se añadían desde la barra y se sumaban al juego. Es evidente que no pedían a voces la publicación, pero tanto nosotros como ellos éramos conocedores de su destino. Que era, a la vez, nuestro destino también: jugar a literatura, saber qué material arenoso se condensa dentro del dado, revolver las tripas.
Estuvimos sentados en el mismo sitio, meses, sin mirarnos. Años. Lanzar y lanzar. Jugadas ciegas. Romper en silencio. Apostar por éste o aquella. Decir. No mirar. La primera tirada es la tirada de la salida, dijimos. Lo hacíamos sin manuales ni instrucciones de uso. Todos queríamos conseguir el cero (que casi es lo mismo que decir que todo escritor honesto debería tender a conseguir el cero). Hicimos apuestas y sacrificamos. Fue lo más duro, pero sacrificamos. Es un juego, decíamos. Se juega a varias manos, invisibles. Hay jerarquía de posiciones. A pesar de que parece evidente, en nuestras reglas un tres no es igual a un seis ni tampoco igual a un uno. Porque para nosotros a veces un uno es mejor que un seis, y qué decir del cuatro, o del dos, sin ningún añadido, que más de una vez ha sido nuestro número ganador. Pasamos en ocasiones. En otras, apostamos todo por una línea. En la última partida apostamos todo (que ya era poco) por un adjetivo. ¿O fue un pronombre? Eso fue una mañana, cuando ya no había más que apostar. Todos dormían. No concebíamos el motivo que fundamentaba ésos dados poliédricos. Abrimos los ojos, olvidamos las reglas, los bares, las apuestas desenfrenadas, las jerarquías, rompimos los dados y comenzamos.
¿Y qué numero se esconde dentro de nuestro dado? ¿Acaso no es un número? ¿Y si fuese una palabra? La única palabra posible… DADO ROTO nacerá y renacerá cuatrimestralmente, alimentando la Gran Red con textos digitalizados y procurando que el propietario celoso conserve en papel las jugadas. Combinando los textos con las ilustraciones.
Ignoramos las tiradas que vendrán, acaso todo forme parte de una única y exclusiva tirada. En cualquier caso el jugador sabe que lo que importa es cómo comienza el juego, en el tránsito del mismo está el placer. El final no debe calcularse de antemano.
En este primer número, el Colegio ‘Patafísico de Chile, representado en las páginas que vienen por buena parte de sus conjuradores, pintan las caras del dado. Caras, que no está de más decir, no son las habituales. Imaginamos un dado inexistente, con una multiplicidad de variantes que no son infinitas pero sí indefinidas, algún objeto que va más allá que el zocchiedro, dado de 100 caras y emparentado con la esfera. Rogelio Saunders con su poema Vater Pound, en la primera línea de la salida, puede ser ese dado delirado. A partir de ahí el objeto rueda y a veces cae del lado del autor cubano Rolando Sánchez Mejías, otras veces en el de Antonio Tello, o en el de Régis Bonvicino, Margo Glantz, Bruno Montané, Tulio Stella, Roberto Contreras, etc. O en todas las aristas en las que confluyen una forma esencial de hacer literatura, que creemos que es representación del autor total. Desconociendo, sin duda, qué es eso de autor “total”, pero intuyéndolo. Como lugar de recreo especial en cada número seleccionaremos una editorial concreta y real, en este caso el azar ha hecho que Libros del Innombrable, desde Zaragoza, nos regale un hombre elefante y un diccionario Pánico. Animamos la apuesta, abrimos la mano, y esperamos que gauchos y tahúres encuentren en DADO ROTO su lugar común.
De la necesidad de una lectura actual, alejada del comercio, sus rarezas y demás intereses, situada al borde del precipicio, nace DADO ROTO. En nuestra intención, por supuesto, habita la urgente necesidad de fagocitar al otro, absorber éstas y otras lecturas; y como criaturas del abismo, acudimos impetuosos hacia ellas. Más que quiénes somos, podríamos responder a la pregunta de por qué somos, pero sería más complicado. Esas preguntas pertenecen a la categoría de la no-respuesta. Así que mejor es no decir nada. ¿Callarse? Por el momento, y sin que sirva de descripción exacta diremos que tras DADO ROTO se esconden Iván Humanes (Barcelona, 1976) y Claudia Apablaza (Rancagua, Chile, 1978).
De la necesidad de una lectura actual, alejada del comercio, sus rarezas y demás intereses, situada al borde del precipicio, nace DADO ROTO. En nuestra intención, por supuesto, habita la urgente necesidad de fagocitar al otro, absorber éstas y otras lecturas; y como criaturas del abismo, acudimos impetuosos hacia ellas. Más que quiénes somos, podríamos responder a la pregunta de por qué somos, pero sería más complicado. Esas preguntas pertenecen a la categoría de la no-respuesta. Así que mejor es no decir nada. ¿Callarse? Por el momento, y sin que sirva de descripción exacta diremos que tras DADO ROTO se esconden Iván Humanes (Barcelona, 1976) y Claudia Apablaza (Rancagua, Chile, 1978).
3 comentarios:
alguien publica una revista y ahi van los demas, a hacer lo mismo. Aquí en Argentina, alguien pone un quiosco y le va bien, y frente mismo ponen otro igual. Y asi es siempre.
Con todas las buenas vibraciones que les estamos mandando entre muchos, seguro que a Claudia y a Iván les va a ir genial la revista, pero la verdad es que no será por eso... sino por lo que bien dices, Juan Carlos, por talento y curro, mucho curro, que, como en la mili, se les supone (visto lo visto en Iván, que es a quien conozco un poco, de eso van bien servidos).
Oye, en plan nocillístico-azaroso: el código de verificación de palabra que me ha salido ahora es (lo prometo): bbxirun
O sea, que hemos de ir a Irún a darle a los potes...
pd: Qué "ampúdicos" son algunos al comentar... y sin embargo, siempre el pseudónimo o el anonimato (tanto monta). Cansinosyáleches...
pero los "ampúdicos", dicen la verdad, por eso pica bellver
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