Supe de la existencia de Ricardo Menéndez Salmón a raíz de que obtuviera el premio Juan Rulfo de cuento en 2003 por Los caballos azules. Ese mismo año yo recibí el Unión Latina, el dedicado a los escritores noveles y el tercero en importancia de los premios Juan Rulfo (cuando eran varios. Ahora solo otorgan uno).
Entonces se presentaron al certamen 6.438 cuentos y cuando me llamaron para comunicarme la noticia casi me da un jamacuco (no todos los días le dicen a uno que su cuento ha quedado el tercero entre 6.438). Además, el jurado estaba integrado por escritores de prestigio (pónganle al “prestigio” los millones de comillas que quieran).
Con todo, yo no supe de la dimensión real del premio hasta que leí Los caballos azules, que me pareció un engranaje perfecto y preciso. Aquellos caballos azules dieron nombre luego, en 2005, a una antología de relatos del escritor asturiano, del mismo modo que mi cuento (La sombra de las acacias) aparecerá pronto en una mía. Parece que siempre voy varios pasos por detrás de Menéndez Salmón (y en plan mucho más minoritario, claro). Así que ahora que le va tan bien con La ofensa, su última novela, me alegro mucho por los dos.
Al margen de este paralelismo azaroso, un tanto austeriano, quiero transmitiros a quienes tenéis la paciencia de pasaros de vez en cuando por aquí (e incluso de leerme) mis impresiones sobre La ofensa y su autor.
Creo que Ricardo Menéndez Salmón es un escritor preciso (y a veces precioso) que conoce el oficio y no tiene nada que ver con la rémora de chapuceros que hace ya demasiados años viene lastrando la literatura española. A uno podrá o no gustarle el estilo, un tanto barroco, del autor, pero detrás de cada línea de La ofensa hay muchísimo trabajo, muchas tomas de decisiones y mucho reposo, y escritores que se acerquen a la escritura con esa profesionalidad (en el buen sentido, en el creativo, no en el mercantilista) debe de haber tres y el del tambor; al menos subidos en el iceberg (otra cosa son los cadáveres congelados que flotan debajo). Como bien avanza su segundo apellido, pudiera decirse que Ricardo Menéndez Salmón es un superviviente.
La ofensa es un homenaje intencionado a El corazón de las tinieblas, de Conrad, de otra forma no se entendería (o sería una casualidad insólita, hiperausteriana) que el personaje principal de la primera se llame Kurt y el de la segunda, Kurtz; y que en ambas novelas el horror sea el protagonista exclusivo. Pero el punto de vista varía: en El corazón asistimos a un horror exógeno, puesto ante los ojos del mundo mediante la mirada de Marlow; en La ofensa, ante uno endógeno, capaz de aniquilar al hombre por dentro, de reducirlo a un recuerdo remoto de sí mismo, a una lobotomía emocional. No estamos pues ante novelas excluyentes, sino complementarias, ante dos viajes que confluyen.
Por otra parte, la longitud de la novela (142 intensas páginas) es un oasis en este mar de novelones actuales que parecen haber sido concebidos para ponerse sobre una balanza y venderse al peso. El mundo interior de Kurt (de ese sastre a quien secuestra el monstruo del nazismo y que protagoniza y prácticamente monopoliza la novela) queda reflejado por una voz en tercera a base de concisión, de pinceladas finas, elipsis afortunadas y un dominio del símil depurado, con una estética visual y sensitiva en las antípodas de los territorios comunes.
Habrá quien opine que Menéndez Salmón es un escritor denso, barroco (como decía antes), pero yo no lo creo. Yo pienso que es un escritor que se desvive por su trabajo y que manifiesta una necesidad imperiosa de ser certero, minucioso, infalible, igual que un buen artesano, como su propio Kurt. Y a este tipo de escritores en vías de extinción, con independencia de los gustos personales de cada cual, lo único que se les puede desear es salud y suerte.
10 comentarios:
Qué emoción inaugurar los comentarios a tu magnífica reseña. Comparto lo que dices sobre La Ofensa; no se me había ocurrido, y es verdad, que evoca a Conrad todo el tiempo; a mí me recordó un poco a Alessandro Baricco, en esa eficaz estructura secuencial, algo hierática y repetitiva, pero me pareció maravilloso. No he leído nada más de Menéndez Salmón, pero apenas tiene 37 años y tiene cuatro novelas y dos libros de cuentos, ambos premiados. Der escritor dominguero ist tot.
Y como hoy me siento un poco Bellver ;-), pienso escribir el comentario más largo que nunca hayas visto a un post tuyo en estas Relataduras, terminando con un trozo de crítica a La Ofensa aparecida en La Vanguardia el 3-2-2007 y firmado por Gregorio Morán:
"¿Quieren enterarse de en qué consiste saber escribir? Pues lean La ofensa. (...) El protagonista de La ofensa, ese Kurtz, homónimo por razones quizá tan biográficas como intelectuales con el de Conrad en El corazón de las tinieblas, es un personaje infrecuente en nuestra literatura, no por referirse a un alemán, ni a esa obsesión contradictoria de música y maldad pareadas, ni a la parábola que encierra esa historia brutal, sino por la manera de contar, el estilo arrogante de quien sabe lo que quiere narrar y le da a la literatura el valor que tiene, su fuerza. Una lectura que cabe interpretar como una irresistible aventura a la que asistimos acongojados y que contiene lo más insondable de todo escritor de fuste, la capacidad de sorprendernos.
Cuando apareció su anterior libro de relatos, Los caballos azules, el más cualificado representante de la mediocridad y el oportunismo en la crítica española, Rafael Conte, escritor deleznable, terminaba su reseña de escribano con dos perlas que no puedo menos que citar para que nos hagamos una idea de con qué bueyes hay que arar. Una de ellas consistía en criticar al autor por «exceso de cultura» y la otra una promesa desvergonzada: «es de esperar un futuro muy estimable y prometedor». Tipos capaces de desear algo tan imposible en lengua castellana como un «futuro muy estimable» han orientado a los lectores de este país desde los años sesenta. La crítica de literatura en España está en manos de impunes mediocridades y es obvio que no hay nada que más deteste un mediocre que el talento y nada que le encandile más que el compadreo. ¿Alguien se sorprende de que Menéndez Salmón hubiera de esperar diez años para poder publicar una novela en editoriales dedicadas por principio a publicar novelas? Un milagro, y que se prepare, porque nadie escribe un buen relato en vano. Eso se paga."
Perdón por el abuso de espacio y un abrazo.
Cielos. Leo en su biografía que Ricardo Menéndez Salmón tiene además libros de poesía (al menos dos premiados), obras de teatro (premiadas)... 40 galardones...
Me voy a casa, cierro mi blog, tiro mi ordenador por la ventana, y empiezo cursos de jardinería. Ha sido un placer.
Gracias, Ignacio. Y no te preocupes por la longitud del comentario (aunque esa guerra con Sergi la tienes perdida antemano, je,je), que eso le da mucho poso intelectual al blog.
Un abrazo.
Juan Carlos:
Soy Ricardo, "el aludido". Un buen amigo de Seix Barral me puso sobre la pista de tu lectura de La ofensa; soy poco asiduo a la blogosfera, así que vivo de oídas.
Sólo deseaba agradecerte tus palabras. Se me antojan sinceras, cosa (puedes creerme) bastante insólita por los pagos de la literatura, donde, además, cuando un libro no gusta, el juicio estético, dios sabe por qué, se acaba convirtiendo en juicio ético.
Te dejo mi correo electrónico:
menendezsalmon@yahoo.es
Un abrazo y, otra vez, gracias,
Ricardo
Bueno, bueno, qué nivel, con esos paralelismos asturianos, quiero decir austerianos. Venía yo, en calidad de Bellver, a daros sendas collejas a Ignacio y a ti, por meterse con el pobre Sergi, que el tipo anda podando su novela y tratando, a base de tijeretazos y desbroce, que de una cosa tolstoniana (¡tolstoniana he dicho, no me la devuelvas con tostoniana!) salga un tronco algo más ligerito y aseado. Vamos, que ciento cuarenta no sé, pero de las cuatrocientas páginas que se avecinaban, la cosa igual se queda en doscientas.
Pero ahora, visto lo visto, se me ocurren otras tres cosas, ahí van:
Ein: Había guardado silencio respecto a esta entrada porque aún no he tenido la oportunidad de leer nada de Menéndez Salmón (asturiano tenía que ser, campanu, seguro), pero que a Juan Carlos Márquez le agrade alguien con un punto barroco, según dice, me hace, entre temblores de barbilla, concebir un atisbo de esperanza.
Zwei: Confieso que no lo tenía entre mi lista de pendientes (hay tanto por hacer), pero después de tu entrada, lo apunto como preferente, y más sabiendo que La ofensa trata de homenajear uno de mis libros de cabecera, Corazón de tinieblas (déjame que prefiera esta traducción y déjame que disienta: creo que Marlow interioriza ese horror verde y obscuro que le anega, que se filtra desde la jungla humana, sólo que consigue resistirse y conservar un hálito de luz –de ahí el final, la concesión de Conrad-).
Drei: El pasado viernes tuve el inmenso privilegio de compartir cena y copas (de las de conversación audible y música tenue) con un puñado de cuentistas de aúpa. No viene a cuento (nunca peor dicho) nombrar a nadie, pero baste decir que de uno de ellos se ha dicho –con tino- que es “el mejor cuentista español vivo”. Bien, el caso es que lo mejor de la reunión no fue lo intelectual, ni lo literario, ni lo dialéctico, sino la calidad humana de los comensales/contertulios/noctívagos. Lo que sí viene a cuento es decir que ciertas actitudes en las personas que están detrás de los autores, delatan su condición y se hacen ganar el respeto. Y ese, para mí, alma de cántaro que soy, es otro argumento para alimentar el interés por un escritor. Me refiero al gesto de Menéndez Salmón al contestarte.
Creo que por hoy ya está bien, incluso para un comentarista casi bilbÁino como este.
Sergi, ¿el mejor cuentista español vivo? Perdona, pero ¿cuándo he cenado YO contigo?
Por cierto, y aunque no venga a cuento preguntarlo aquí: ¿alguien sabe algo del fallo del NH de este año?
Sergi, ese mejor cuentista español vivo empieza por M por un casual...
A Jáuregui: Yo sí que he cenado con Sergi, je, je, pero fue otro día. No te pongas celosón.
A Sergi. Por cierto, Sergi, a ver si nos dices de una vez quién es ese megacuentista, que estamos en ascuas. Y vuelve a colgar ese comentario fantasma (seguramente el blogger estaba gagá y de ahí el agujero negro).
A ver, cómo era... (lo malo de que Blogger pifie un comentario es que ciertos grafómanos tienen una segunda oportunidad para la avalancha, pobrecitos míos).
A Ignacio: hablaba de la periferia vizcaína, ya sabes, lo que queda entre la punta de Sagres, Finisterre y los cabos Breton y de Creus, que si hubiera querido mentarte hubiese dicho "el mejor cuentista de la metrópolis bilbÁina, que es un vivo" (y me hubiera referido a los residentes, a ver si se me va a enfadar ahora el puto amo). Y ya que lo mencionas, a ver cuando haces un viaje al extrarradio mesetario y cenamos (eso sí, pagas tú, de momento, que soy algo así como un becario, por ahora...).
Por cierto, si ya tuviste noticia de la entrevista que mañana le hacen a Ana Muñoz de la Torre en Radio Popular del País Vasco, en El encantador de palabras de Iñaki Esteban, a ver si te marcas un detalle y nos lo grabas, para los que no sintonizamos bien las emisoras del centro. Y a quien no tuviese noticia, ea, pues ya la tiene.
Pues sí, Juan Carlos, ya te lo he dicho en privado (entre esto y la cena va a parecer que hay tomateo gay), ibas bien encaminado. Ese cuentista no sólo es grande escribiendo, también en la vida, tan lejos del boato (hoy hubiese sonreído socarrón en la entrega de premios de la Hucha de Oro -joder, si hasta me han prestado una americana para poder entrar en el Casino de Madrid-) como pegado a la gente. De esas personas que uno lamenta no haber conocido antes.
Y a lo que iba, aparte. Hace cosa de tres meses apareció otra reseña sobre La ofensa en esta bitácora. Gracias a la actitud de su anfitrión y a ciertos desmanes, le he perdido el respeto a muchas de sus opiniones (a la persona, por muy hosca que sea, nunca), pero te comento el tema por si te interesa comparar criterios, excusas y enfoques. Aunque sobre todo lo hago para que, si a ti o a cualquiera de los lectores de Relataduras -y de Menéndez Salmón- se le había pasado, le echéis un vistazo a la impagable reseña que se hizo en su día en La Vanguardia, y que alguien colgó como comentario en esa entrada en cuestión.
Un abrazo a todos.
Ya había leído esa reseña, Sergi. Y a la vista está que estoy en desacuerdo, pero entiendo que "La ofensa" pueda causar ese efecto (y otros cientos o miles más) en otros lectores.
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