GARCÍA LLOVET, ESTHER
Editorial
SALTO DE PÁGINA
ISBN
978-84-936354-4-2
“Se oían voces cantando a coro en alguna parte del patio, como en el coro de una iglesia. Levanté la vista hacia la única clase encendida. Tenía el alfabeto escrito en la pizarra y alcanzaba a ver las últimas letras, W, X, Y, Z. Las voces cantaban a capella y a destiempo y muy despacio y por un momento pensé en cómo las cosas se acaban enrareciendo, se van volviendo cada vez más extrañas igual que las letras extrañas se acumulan al final del alfabeto.”
Submáquina es un libro en la frontera, temática y estructuralmente, al menos esa es la impresión que me ha dejado como lector. Los territorios (tránsitos sentimentales y tránsitos territoriales) por los que se mueven los personajes y la propia Esther García Llovet como autora son fronterizos, oscuros, han sido recorridos pero sólo de noche, con una dosis nada despreciable de canguelo. Submáquina podría haber sido una novela, pero es una colección de relatos. Podría haberse ajustado a los cánones del género negro, pero no lo ha hecho. Se transparenta, por tanto, una necesidad de la autora de ir más allá, de no quedarse en el suelo firme, seguro, pero pobre, y eso es para mí un triunfo absoluto, pues esa clase de apuestas son las que a la postre distinguen a los artistas de los artesanos.
Para este viaje fronterizo García Llovet se ha llevado una mochila con una atmósfera tan turbia como envolvente, imágenes atractivas, a veces impactantes, de extrañamiento de los límites cotidianos, y una manera de perfilar la psicología de los personajes de acuerdo a lo que hacen, dicen o, muy ocasionalmente, otros personajes dicen sobre ellos, es decir, sin injerencias facilonas del narrador (ese yomimeconmigo o elconleconsigo en muchas ocasiones tan vacuo y cansino), ya sea éste en primera o en tercera persona. De lo que se desprende que la autora, y ésta es la segunda de mis conclusiones, no sólo es una artista sino que además es muy profesional y conoce al dedillo los resortes de la técnica.
Submáquina recuerda a veces a pero no se parece a. En los relatos se manifiestan influencias del cine y de la literatura, nada veladas (por expreso deseo de la autora, supongo) pero el resultado final los termina asimilando en un producto nuevo, en una imagen propia de marca, de autoría. Están Bolaño, Van Sant, Lynch, pero lo importante no son ellos sino el tamiz por el que han sido filtrados, eso es lo que prevalece a lo largo y ancho del libro. En definitiva, Submáquina es un libro de autor, de lenta degustación, con una prosa ajustada pero brillante, que le deja a uno la sensación de haberse asomado a más de un abismo. Merece mucho la pena.
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